Leslie Araya, directora regional de Servicio Nacional del Patrimonio Región de O’Higgins: “La cocina entendida como memoria nos da la oportunidad de pensarnos como sociedad”
Texto: Karina Jara Alastuey. Fotos: Leslie Araya
Licenciada en Educación, pedagoga en Artes Plásticas, máster en Historia y Gestión de Patrimonio Cultural, Gestión y Patrimonio, y férrea defensora de la capacidad que tienen las mujeres para liderar, Leslie Araya Miranda es la primera directora regional del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural elegida por Alta Dirección Pública, y la primera mujer en ocupar este cargo.
Con su nombramiento, ocurrido en 2020, partió el proceso de implementación del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural en O’Higgins. De ello resalta el rol de la institución en «escuchar a la ciudadanía, responder a las demandadas comunitarias y proporcionar herramientas y estrategias como también poder responderlas través de fondos concursables con el fin de ir generando investigación, restauración y conservación de inmuebles; y en los distintos ámbitos poder dar respuesta a las grandes demandas que sabemos que hay en la región».
– ¿Cuáles son los desafíos que presenta a su cargo?
El Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, SERPAT, se hace presente hace no más de dos años en el territorio. Desde ahí comenzamos y asumimos los desafíos de la implementación de esta nueva institucionalidad incorporar a todas las unidades técnicas que ya operaban en el territorio, como por ejemplo la Subdirección de Patrimonio Cultural Inmaterial, la Subdirección de Pueblos Originarios; la coordinación regional de bibliotecas públicas – que atiende una red de 36 bibliotecas en la región – más algunos proyectos presentes en centro de reclusión penitenciaria- la Oficina Técnica Regional del Consejo de Monumentos Nacionales, el Museo Regional de Rancagua y toda la nueva institucionalidad que debiese llegar en el mediano y largo plazo a instalarse en la región.
«Al ser yo la primera mujer elegida por Alta Dirección Pública, este nuevo servicio también tiene desafíos con relación al género; en cómo nosotros, como servicio, también vamos dando espacio para que los liderazgo femenino – y no sólo en roles de Alta Dirección, sino que en los distintos ámbitos del patrimonio – se visibilice».
Mujeres al poder
Convencida que hay que fomentar la confianza en las mujeres para que postulen a cargos públicos, percibe que muchas veces no lo hacen simplemente porque no se atreven. «Siempre es difícil, pero no es un imposible. Y si no lo intentamos, no vamos a recuperar estos espacios que también deben ser propios para nosotras».
– Usted es la primera persona – y mujer – elegida por Alta Dirección Pública para implementar esta institucionalidad. ¿Se ha sentido presionada?
Siempre es una presión y, al mismo tiempo, una responsabilidad con el género y con todas las que vienen. El hecho de ser mujer y estar en un rol de toma importante de decisiones, de liderar un proceso de cómo debe implementarse en la región, siempre es complejo.
«Las mujeres hemos tenido siempre que dar más allá de lo esperado para poder destacar o mantener estos cargos. Y siempre son solitarios. Cuesta un poco. Sin embargo, debo agradecer a tanto al Servicio como a los liderazgos femeninos que te dan la fuerza».
– ¿Hay mayor presencia femenina en proyectos culturales
La presencia femenina claramente está tomando el liderazgo con otra visión, una mucho más refrescada, mucho más activa, más confiada. Entonces veo harta participación femenina. Claramente se necesita potenciarlo más. Sin embargo, también ahí hay un tema con relación a cuál es el rol de las mujeres dentro de estos procesos.
«Las mujeres son capaces de liderar muchísimos ámbitos y de una manera excelente, no solo buena o competente, somos capaces de hacerlo de una manera sobresaliente. Pero hay que vencer una etapa, que es el temor, la poca confianza que quizás se tiene frente a un proceso; y no hay nada más enriquecedor que atreverse a postular».
El aumento de presupuesto para Cultura
Araya valora el anunció que realizó el Gobierno en aumentar el presupuesto para la cartera de Cultura, sobre todo porque ayuda al proceso de implementación – que en el caso de O’Higgins – se inició durante la pandemia y que éste se verá reflejado en infraestructura.
¿Cómo reciben ustedes el aumento del presupuesto para Cultura?
En 2020 comenzamos el proceso de preparar la llegada de la institucionalidad y el 2021 todavía estábamos con unos flujos exigentes o difíciles de manejar, porque eventualmente se abrían las restricciones o después volvíamos a eso. Entonces era un período un poco difícil. Y a través de este financiamiento, nosotros vamos retomando la línea de cuáles son las reales demandas y cómo nosotros como ministerio, como servicio, podemos dar respuesta a eso.
O’Higgins y su patrimonio cultural inmaterial
Destacando el trabajo que realiza la Subdirección Nacional de Patrimonio Cultural Inmaterial con las comunidades culturas, hoy en día están en marcha algunos procesos que buscan permitir el reconocimiento de patrimonio inmaterial a determinadas expresiones culturales.
«En el caso de O’Higgins tenemos reconocidos como parte de patrimonio cultural inmaterial del país el canto a lo poeta; o la tradición de salineros y salineras que no sólo se desarrollan en Cáhuil, sino también en la Villa, Lo Valdivia, Barranca y Yoncavén, que también toma el Maule, las tejedoras y tejedores de trigo Ligún, el circo tradicional chileno y el modo de vida campesino asociado a las ruedas de agua de Larmahue».
En cuanto a los que no han sido reconocidos formalmente por el Estado de Chile, no significa que no sean parte del patrimonio cultural inmaterial, sino a cómo estos van ingresando y las etapas que deben cumplir para ser considerado como tal. «No le quita en ningún caso su valor patrimonial. Por ejemplo, podríamos hablar del mimbre en Chimbarongo o de los chamanteros y chamanteras de Doñihue; de la tradición arriera, del chacolí; los recolectores de algas o recolectores de orilla en toda la costa de la Provincia de Cardenal Caro».
«Son procesos que las comunidades deben tener y un tiempo asociado a que éstas se reconozcan como tal; que logren incorporar a todos quienes son parte de estas tradiciones y tomen decisiones en torno de eso. Una vez que las comunidades toman una decisión de cómo quieren dar continuidad a la tradición o cómo lo visualizan o sus propios diagnósticos se acercan al Servicio Nacional del Patrimonio Cultural a través de una solicitud ciudadana y los apoyamos para iniciar estos procesos».
La cocina como valor patrimonial cultural gastronómico de O’Higgins
Resaltando la experiencia que se produce en torno a la comida, al sabor de los productos y cómo estos nos pueden llevar a un punto específico de nuestra vida, alerta que la sabiduría que va en cada uno de estos procesos se está perdiendo hoy en día.
«Siempre la transmisión de un saber, de las tradiciones tiene riesgos. En este caso, estas tradiciones sí se ven afectadas de alguna manera por la globalización y por cómo hoy estamos entendiendo el consumo; por los ritmos de vida. Quizá ya no tenemos el tiempo de cultivar una huerta».
Para enfrentar estas amenazas, que deben ser controladas y reducidas, el SERPAT cumple un rol: poder atender a las comunidades y darle las respuestas que están buscando con las herramientas más oportunas sin intervenir ni interferir.
– ¿Qué valor se le otorga el patrimonio cultural gastronómico en la región?
Se ha entendido que las cocinas son un espacio para reconocernos. Es natural que algún tipo de cocina nos lleve a un momento que ni siquiera teníamos registrado en nuestra memoria y que logra sacar de nuestro propio baúl recuerdos que desconocíamos.
«Entonces, la cocina entendida como memoria, como un canal para hacer la transmisión de estos saberes de la tradición y darle continuidad, nos da la oportunidad de pensarnos como sociedad y desde lo más interno de la sociedad, que es el núcleo familiar. Por lo general, pero no siempre, aprendemos y conocemos la alimentación a través de la familia».
«Esto tiene un ritual, tiene un componente social de construir una realidad y después cómo la compartimos. Nosotros siempre que vamos hasta una casa, sobre todo acá en la Región de O’Higgins y más al campo, tenemos en mente quizás el pancito amasado que nos va a esperar esa mañana, la tortilla al rescoldo o los huevitos en la paila, que trae el merquén, que trae la cebolla – que no es la misma que puedo encontrar en medio de la ciudad- porque es una cebolla que viene directamente con sabor a tierra. Literal. Entonces nos lleva a una experiencia, y desde ahí cómo nosotros queremos representarla».
– ¿Qué tradiciones gastronómicas o productos alimenticios existen en la región que merecen ser conocidas y destacadas?
Creo que es lo que el territorio nos está mostrando naturalmente. Y aquí el rol es tener la capacidad de observar, de conocer y promover.
«Nosotros difícilmente vamos a tener la capacidad de decir: “esto es el patrimonio gastronómico de la Región de O’Higgins”, porque somos una institución pública que debemos estar muy a la escucha, que debemos respetar los procesos sociales y de construcción y, en este caso, relacionado con la gastronomía y la alimentación».
«¿Qué nos dice el territorio de cordillera a mar? que tenemos identidades que van variando de comuna en comuna, de sector en sector. Y aquí los límites geopolíticos no tienen nada que ver, pero sí las tradiciones, el cómo las familias de este sector van produciendo y eso mismo se refuerza y podemos hablar, por ejemplo, si partimos desde la costa».
«¿Cuáles son los valores? ¿Cómo a nosotros se nos permite tener una alimentación más saludable, más consciente? ¿Cómo también nos obliga la cosecha de la sal a entender que tenemos responsabilidades en torno a la contaminación del mar, por ejemplo? ¿cómo nosotros hacemos que quizá la industria inmobiliaria sea más respetuosa con esta tradición que se da en el borde costero?».
– ¿Y cómo la gastronomía tradicional chilena puede convertirse en un vehículo para promover el turismo cultural de la Provincia de Colchagua y de la región en general?
En cómo elegimos alimentarnos y elegimos también nutrir a los que están con nosotros; cuánto cariño tenemos por lo nuestro y qué es lo que quiero.
«Por ejemplo, tengo un emprendimiento ¿cómo quiero transmitir este cariño que el territorio me entregó para que la gastronomía tradicional chilena se pueda convertir en un vehículo para promover el turismo patrimonial sustentable? Lamentablemente en esta vida tan rápida eso se ha ido perdiendo. Ahora la gente come en sus habitaciones o todos separados viendo la televisión ¡y la cocina chilena apunta a algo totalmente distinto! Por ejemplo ¡qué rico cuando nos juntamos para hacer humitas! primero porque tienes que aprender a comprar el choclo, quién lo limpiará, quién preparará las hojas, cuál es la cantidad de albahaca que lleva, en qué momento lo saco del fuego, si la amarramos con hilo de caña o con la misma hoja».
«Hay formas y formas de hacer esta preparación y que – de alguna manera – nos permiten a nosotros reconocernos en el proceso. ¿Pero cómo esto nos puede llevar al turismo? Queriendo transmitir estos valores que son muy familiares y que se entienda que acogeremos a los visitantes con ese mismo cariño».
«El turismo patrimonial sustentable que nosotros esperamos se desarrolle es empático y respetuoso con las comunidades cultoras, quienes saben y quienes han llevado esta tradición por mucho tiempo. Eso es vital».
– ¿Y qué plato de la cocina chilena representaría esta zona y por qué?
No podría definir uno solo, pero está el consumo de la liebre. Y me quedo con un ejemplo, porque fue el que me hizo volver a consumirla: empanadas de liebre.
Entendiendo que hoy en día la caza es muy cuestionada, Leslie Araya habla de un proceso histórico de cómo se entendía – en ese momento – habitar la tierra. «Era un proceso de control de una especie que se reproducía muy rápidamente. Entonces eso llega a la cocina».
«Cuando empiezas a transitar un poquito más adentro, saliéndote un poco de la carretera, te empiezas a encontrar con otra forma de vida – que no es lejana- pero nosotros en la ciudad lo tenemos un poco más distante, como más tapado. Entonces tenemos productos muy propios del territorio y que son platos fáciles de conseguir».
También destaca la tradicional cazuela – que antiguamente era el primero de los dos platos que se servían a la hora de almuerzo en muchas casas – y el vino, en especial la viña país.
«La viña país, que son parras al piso, es totalmente distinta a como nosotros las vemos en las grandes viñas. Responde a otra lógica, responde a mantener incluso la humedad en la tierra. Por eso es ras: hojas no permiten que el sol llegue directamente y conservan el agua en zonas – como el secano costero – donde no es muy lluvioso».
La versatilidad de la comida chilena
La directora regional del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural sostiene que la cocina chilena siempre ha estado pensada para dar respuesta a una realidad social, desde contar con alimentos que nos han ayudado a enfrentar severas crisis hasta interactuar con otros.
«La cocina chilena es muy rica. Lo que pasa es que nos hemos centrado en mirar hacia otros lados menos hacia adentro. Sí creo que está surgiendo una revitalización de la cocina, el entender estos procesos que son naturales y que no los podemos desmarcar de un plato de comida chilena. Esta tiene un entendimiento del territorio, de las condiciones climáticas y de potenciar los sabores desde su cultivo».
«La comida chilena te llama a comer los productos de la estación. En verano, comer sandía o melones. Imagínate la cantidad de frutas que nosotros tenemos a disposición sólo por temporada. ¡Es muchísima! Se puede hacer conservas y guardar, que también es una de las características de la cocina chilena. La gente cosechaba, pero guardaba porque hay una idea de ir armando una despensa para los meses en que voy a tener otro tipo de producción».
Asimismo, valora el rol que hoy tienen las huertas, puesto que contar con una es «bien revolucionario, porque es ir en contra de todo un sistema que está armado para el individualismo. La huerta te invita a compartir desde cuidar la huerta hasta la cosecha. Todos los procesos de una huerta están pensados para incorporar a otro».
– Pregunta final: la humita ¿con o sin azúcar?
Soy un poco indecisa, pero yo como sin azúcar. Prefiero dejársela al pastel de choclo para que esté crujiente.
– ¿Y con jugo de tomate?
¡Con jugo de tomate por siempre! La humita es con tomate y el pastel es con azúcar.