Texto y fotos de Karina Jara Alastuey

Hablar del Huique es hablar de la ex Hacienda San José del Carmen y su historia; una historia marcada por la vida de muchas personas, cuyos padres y abuelos trabajaron para la hacienda y la casa patronal, hoy convertida en museo.

Don Mariano del Carmen Farías Rojas nació hace casi 90 años en El Huique. Es el mayor de siete hermanos, fue sacristán y jardinero de la hacienda cuando era administrada por Elena Errázuriz Echeñique y posteriormente por el Ejército. Durante 63 años estuvo casado con Hortensia Cáceres León, con quien tuvo cuatro hijos.

Doña Sara del Carmen Díaz Farías nació en 1942 en Roma, San Fernando. A los cinco años llegó a vivir junto a su familia a Valle Hermoso, sector que pertenecía a la hacienda y en la que su padre se desempeñó como administrador. Aquí doña Sara conoció a su primer marido, Héctor Echeverría, con quien tuvo cinco hijos. Tras enviudar contrajo  nupcias con Patricio Trujillo, profesor, artesano en bonetes huicanos y padre de dos hijas.

Tanto doña Sara como don Mariano han sido testigos de los cambios que ha enfrentado la hoy ex hacienda: desde los buenos tiempos hasta los complejos momentos vividos tras la muerte de la señora Elena, la Reforma Agraria y la decisión de los  herederos de traspasar la casa patronal a los militares en 1975.

– Don Mariano ¿qué recuerdos tiene de la cocina de su casa? ¿Cómo era la alimentación?
Mi mamá era la que hacía la casa. Y, bueno, preparaban todo lo que es comida de campo, oiga. En ese tiempo las aves estaban demás en la casa, y  cocinaba caldillo de papa, pantrucas, charquicán. Oiga, de todo lo que era antiguo, porque ahora es  puro tallarines y arroz.

– ¿Usted era el hermano mayor?
Yo soy el mayor.

– Al ser el mayor ¿ayudaba en la cocina?
¡Nooo!  Apurado hacía huevos fritos (se ríe).

– ¿Y en su caso doña Sara?
En mi casa cocinaba mi mamá y eran las comidas sacadas del huerto. Por ejemplo, los tomates, los porotos verdes, todas esas cosas. Se comía charquicán, papas con mote, caldillo. Se hacía charqui, se guardaba el charqui, queso de la leche se hacía. Éramos diez hermanos y yo era la mayor. Tenía que ayudar. Por ejemplo, si (mi mamá)  iba a hacer cazuela era pelar las papas, dejar listos los  porotos verdes y las verduras.

– ¿Tenían huerto en su casa?
Sí, sí, la huerta que llamaban.

– ¿Cada familia que vivía en la hacienda tenía su huerto?
El jardín lo llamaban. Donde plantaban cebollas, tomates ¿cierto?
Don Mariano: Bueno, la casa era como una cuadra la que tenían porque era para adentro.
Doña Sara: Sí, para el sitio;  las casas tenían un sitio para el río. Y todos sacábamos leche.

– ¿Y en su casa cocinaba su mamá?
Mi mamá, sí. Y le ayudaba por ser la hija mayor.

– ¿Y cuál era la comida que a usted más le gustaba?
A mí lo que más me gustaba eran las papas con mote. ¡Buenas!

– ¿Y cómo las preparaba su mamá? ¿Usted las prepara similar?
Sí, Bueno, el mote yo no lo hago, lo compro ahora. Que viene gente en Santa Cruz, cuando vaya a Santa Cruz se compra el mote y yo hago las papas con mote. Con zapallo, con verdura. Con eso se fríe, y después que está hirviendo y se muele un poco como puré, se le pone el mote de trigo.

– Primero hace ese sofrito. ¿Su sofrito qué lleva?
Viene verdura, zanahoria, pimentón, cebolla, ajo, un poquito de carne molida, si quiere, y las papas y zapallo.

– ¿Y cuando usted era niña se lo preparaban en la casa?
Sí, lo preparaban en la casa, pero muy largo porque hay que tener el trigo que sea bueno. Me acuerdo que lo hacían las señoras con lejía y después había que molerlo. Ahora uno lo compra listo.

– Y queda rico igual…
Pero me gusta a mí nomás, al resto no le gusta, no. Se come en el mote pero con huesillo, pero no con papa.

– ¿Cuál era su comida favorita cuando niño don Mariano?
Oiga, las pantrucas me gustaban. ¿Y sabe por qué? Mi mamá las hacía, pero mi papá las cocía y las sazonaba y le quedaban tan ricas, oiga.

– Tenía buena mano.
Claro, me gustaban. Aunque en ese tiempo la chanfaina de cordero se usaba mucho por aquí. También me gustaba harto, pero cuando pasaban, porque venían de Palmilla a vender para acá.

– Porque acá comían solo carne como de ave, la que ustedes tenían…
Doña Sara: Claro
Don Mariano: lo que se criaba en la casa.

– ¿Y carne de vacuno no se veía mucho?
Dona Sara: No.
Don Mariano: Venían de lejos. Caballeros en carretela vendiendo una vez a la semana.

– ¿También mariscos y pescados?
Don Mariano: También, pero de agua dulce.

– De agua dulce.
Doña Sara: Salmón de río.
Don Mariano: Yo tenía unos primos, los Millacari, que eran muy buenos para pillar pescado, porque así que pescado frito, estofado, siempre.
Doña Sara: Caldillo…
Don Mariano: Y conejos.

– ¿De conejos?
Conejos, sí, pues también.

-¿Los cazaban por acá también?
Doña Sara: Sí
Don Mariano: Los primos míos cazaban. Y en la casa no hacían falta los conejos.


De porotos y cochayuyo

– En otras zonas de la Provincia de Colchagua han contado que tres de los siete días de la semana consumían porotos ¿ocurría lo mismo aquí doña Sara?
Sí. Incluso en la hacienda daban porotos. Por ejemplo, a las doce del día tocaba la campana – esto en Valle Hermoso porque había una cocinera, que las doce tocaba la campana y venían de las casas  niños, las la señoras con una olla o un tarrito bien limpio a buscar la ración de porotos.  Eran porotos con arroz y llevaban para su casa. Todos los días había porotos. En todas las casas. A lo mejor hacían otro almuerzo, pero porotos aquí daban todos los días.

– Entonces eran porotos, pantrucas, cazuela, charquicán y  estofado. ¿Y consumían cochayuyo?
Sí, pero eso cuando venían los costinos. Ahí se compraba, pero era poco el cochayuyo.

– ¿A usted don Mariano le gusta el cochayuyo?
Sí, el charquicán de cochayuyo. ¡Harto!

– ¿Continúa cocinando el cochayuyo doña Sara?
Sí, yo sí. Hago porotos y charquicán con cochayuyo.

– ¿Algún plato o preparación que no les gustaba?
Es que no había ninguno.

– Por ejemplo ¿guatitas? ¿Pana?
Guatitas muy poco, pero a mí me encantan las guatitas. A los míos no les gusta las guatitas. En cuanto a las panitas, sigo comiendo en mi casa. Panitas, patas de pollo, todas esas cosas, que son ricas.

La vida al interior de la hacienda

– Olvidé preguntar ¿cómo conseguían el cochayuyo doña Sara?
Doña Sara: Nosotros comíamos cochayuyo porque había una temporada que venían de Pichilemu con unos burros cargados con sal y cochayuyo a los lados.

– Los costinos.
Los costinos, sí. Venían los costinos y ahí se aprovechaba de comprar el cochayuyo, porque ir a Pichilemu era muy difícil.

– Es que en aquellos años muchos de los caminos eran de tierra.
Doña Sara: Sí.
Don Mariano: No había locomoción.

– Don Mariano ¿cómo era la vida en la hacienda?
Oiga, es que es muy largo. Mire, como yo fui siempre sacristán aquí; de los 10 años empecé a tocar las campanas y quedaba debajo las campanas al tocar y… ¿se acuerda del padre Román?
Doña Sara: Sí
Don Mariano: ¿Lo alcanzó a conocer?
Dona Sara: Sí, sí, Claro. Hice la primera comunión con él.
Don Mariano: Él venía el día sábado y se iba el día lunes. Un lunes yo tenía que ir a Santa Cruz y mi señora también, al doctor. Y yo tenía que pasar el banco,  porque vendí unos chanchitos que tenía y me dio el cheque. Ya. Pero yo tenía que atender al padre aquí antes de salir.  Y bueno, fui a atender al padre. Y terminó la misa como a las 09:30 de la mañana.  Salí a las 10:00 para ir a Santa Cruz. ¿Y en qué iba? Cuando no pasaba ni mosca en ese tiempo.
Don Mariano: Oiga, me fui a Pupilla…
Doña Sara:… caminando.
Don Mariano: …a ver si pasaba algo. Me fui a pie. Viene un camión del martillero público de don Jorge Cabello, no sé si lo conoció usted.
Doña Sara: Sí, sí.
Don Mariano: Y venía manejándole el chofer. Y lo hago parar. Se detuvo. Va ocupada la cabina. Me dijo “oiga ¿a dónde lo llevo? Pero si usted se atreve – me dijo- a irse aquí atrás, porque queda una parte vacía en el camión. Con unos tableros no va a tener problema. Ahí lo llevo, porque adelante usted ve cómo voy yo”. Iba una señora y un niño, como dos señoras creo que iban en la cabina. Y subí pues. Oiga es que no había en qué irse. Y yo tenía que ir y mi señora para el doctor, mientras yo pasaba por acá. Y me fui ahí. ¡Pero no sabe lo que me pasó!.

– ¿Se cayó?
No. En ese tiempo, bueno, toda la vida yo usé la camisa blanca y pantalón negro para andar ahí.
Doña Sara: En las casas.
Don Mariano: En las casas, claro. Y oiga ¿y no se le descompone la guata a una vaca?

– ¡Ay no!
Oiga, pero fue como que me hubieran tirado aquí para abajo, por este lado. Yo solo siento algo calentito. ¿Y qué hacía yo? Irme calladito arriba hasta que llegáramos a Santa Cruz. Y antes de llegar al instituto- de aquí para allá-  vivía una tía de nosotros. Una prima hermana de mi mamá, que la llamábamos tía.
Y ella tenía un sobrino, que nada que ver con el porte mío. Oiga y pensando yo para qué me prestara ropa, porque tenía que ir al banco y tenía que acompañar a mi señora. Y bueno llegué hasta donde mi tía y no tenía que prestarme.  Cuando me desocupé del banco, me fui a ver a mi señora. Allá me estaba esperando. No me conoció nada, oiga. Y me dijo “¿y qué le pasó?” “después le voy a contar”. Y salimos caminando y ahí le fui contando por Dios santo.
Pero así era la vida. No había en qué irse o quién lo llevara, no había locomoción.
Doña Sara: No había.

– Había que ingeniársela nomás…
Doña Sara: Sí. A coche y caballo.
Don Mariano: Había en la mañana y de Santa Cruz a las 12 de vuelta para acá. Y después como a las 13, 14 horas,  una micro los traía de vuelta.
Doña Sara:… una micro que venía llena; gente que iba con pollos, con cajas, con todo.

–  Entonces toda transcurría acá, al interior de la hacienda y salían poco.
Doña Sara: Sí. Sí, muy pocos
Don Mariano: Sí.

– ¿Y para estudiar? ¿La hacienda contaba con alguna escuela?
Doña Sara: Sí, sí, sí.
Don Mariano: Oiga, mire, para los niños, para los hijos de uno, del esposo de la Sarita  yo siempre me acuerdo: don Gustavo Riera. ¿Quién era? El Lalo.
Doña Sara: El Lalo Olguín
Don Mariano: Oiga, era llenarle el auto de ellos. Ahí venían los hijos míos. Me los traían. Es que no había en qué viajar.

– ¿Estudió acá doña Sara?
Yo sí, en la escuela. Viajaba desde Valle Hermoso, de allá del fondo del cerro hasta el frente de la señora Judith, donde hoy están los bomberos.  Ahí estaba la escuela del fundo. Ahí estuve hasta el Quinto Básico. Después mi papá nos puso interna en la Inmaculada Concepción en San Fernando.

– ¿Y usted don Mariano fue a la escuela?
¿A la Universidad del Huique? (risas) Sí.

– ¿Hasta qué curso estudió ahí?
Don Mariano: Sexta Preparatoria.
Doña Sara: Para hacer las Humanidades había que salir fuera.

– ¿Usted salió de la hacienda?
Sí.  En ese tiempo me acuerdo haber salido nosotros tres: mi hermana, mi hermano y yo. Y de aquí también era las hijas de don Germán Mejía, Mireya, pero salieron muy pocas de acá. Muy poca gente tuvo la fortuna de salir.

– ¿Solo venían los fines de semana a casa?
Dos veces en el mes veníamos cuando estábamos internas. Y viajábamos en tren hasta Colchagua, y de ahí nos iban a buscar en un coche. El día sábado llegábamos como a las dos de la tarde a la casa, lavar ropa y el día domingo a las dos de la tarde otra vez al tren para llegar a San Fernando.

– ¿Cuánto se demoraba el viaje en esa época?
En esa época como unas tres horas nos demorábamos en tren. Se venía lentito.
Don Mariano: Así era la vida aquí, oiga.

– ¿Quién cocinaba en la casa patronal cuando usted trabajaba ahí don Mariano?
No. Nosotros veníamos a la casa.
Doña Sara: Pero había un cocinero en la casa patronal.
Don Mariano: El cocinero de la casa era cuñado mío.
Doña Sara: Y un hermano también trabajaba, don Segundo.
Don Mariano: Claro. Él estuvo 11 años en Santiago con la señora Elena.

– ¿Recuerda qué se cocinaba?
Doña Sara: ¡Uy cocinaba rico el caballero!
Don Mariano: Mire. Ahí tengo una foto de la embajada inglesa*, pero al lado del parque, por dentro. En  1953 me tomó esa foto Manuel Cornejo.
Doña Sara: Que también era trabajador (de la hacienda).

– ¿Por qué estaba usted en la embajada inglesa?
Don Mariano: Porque yo me fui a operar y la señora Elena lo llevaba a uno.
Doña Sara: Claro, ella lo llevaba a uno.
Don Mariano: Y cuando me operé  tuve la ocurrencia de irme a donde un tío mío, hermano de mi mamá. Y la verdad que no fui ni a darle las gracias a la señora. Oiga y no tocó que a los tres años después tuve que ir otra vez. Y ahí me pasó la cuenta. Me dijo “oiga Mariano, no vaya a hacer lo que hizo la otra vez”. “Señora – le dije – ¿qué sería?”.  “¿Por qué se fue a la casa de su tío si lo traje yo para acá? Así que ahora se va a operar, pero yo lo voy a mandar a buscar”. Y ya teníamos a la Verónica; tenía 3 años.
Doña Sara: Chiquitita.
Don Mariano: Con señora e hija. Oiga, yo no dormía tranquilo, porque don Federico tenía una puerta para los pasillos que había para las casas de los empleados, para las piezas. Y ahí alojábamos nosotros. Y la Verónica se ponía a llorar a veces. Yo no hallaba la hora para venirme.
Doña Sara: Desesperado para no molestar a los patrones.
Don Mariano: …y  noto que un día nos encontramos con don Federico abajo, en el comedor de los empleados. “¡Quiubo hombre! ¿Cómo estás?”. “Bien, don Federico”, le dije yo. “¿Te encuentras bien?” pregunta. “Oiga, don Federico –  le dije yo – mire le voy a decir algo pero yo no sé si mi hija la mete bulla a usted. Yo no estoy tranquilo porque llora”. “Yo no siento ninguna chiquilla” – porque era así el hombre – estate tranquilo, pues”.

– Ahí ya usted pudo dormir tranquilo.
Es que yo conozco el puro Huique.  
Doña Sara: Don Mariano y don Segundo era gente que trabajaba acá;  era muy querido de la señora Elena. Era muy, muy, muy querido. Tienen puros buenos recuerdos.

– Doña Sara ¿su papá también trabajaba acá?
No, aquí no. Él estaba a cargo de una sección que allá en Valle Hermoso, porque la hacienda estaba dividida en cuatro. Valle Hermoso, que se llama ahora, porque era adentro, arriba, Pupilla y acá. Entonces mi papá administraba esa parte. Pero él todos los días tenía que venir a recibir órdenes acá en las casas.

– ¿Conoció a la señora Elena?
Sí. De chica. Fue cuando hice mi primera comunión. Ella estaba.

– ¿Cuántos años tiene la casa patronal?
Doña Sara: Más de 100 años tiene.
Don Mariano: De 1832 es la casa patronal. Y la iglesia es de 1852.

– ¿Hasta qué año funcionó como hacienda?
Verónica Farías (hija de dona Mariano): Hasta la década de los ’60 cuando llegó la Reforma Agraria y se expropió, y  eso quedó en la reserva.

– Entonces solo quedó la casa patronal y los sectores que doña Sara mencionó hace un momento ¿no?
Claro.

– ¿El terreno en que hoy su ubica su casa era de la Hacienda San José del Carmen?
Verónica Farías: Sí. Eran los terrenos de las hortalizas.
Doña Sara: Hortalizas. También había lechería en la entrada. ¿Cierto don Mariano que había lechería aquí?
Don Mariano: Claro.

– ¿La mayoría de quienes hoy viven acá son hijos de trabajadores de la casa patronal y se conocen todos desde niños?
Doña Sara: Sí, sí. Pero también ha llegado mucha gente de afuera como de Santiago y otros lados. Y usted sabe al tiro. Usted mira y dice “este no es huicano”.
Don Mariano: El 22 de mayo es que falleció la señora Elena.

– ¿En qué año fue?
El año 1966.

– ¿Y ella tuvo descendencia doña Sara?
Sí, hijos y nietos.

– ¿Ella falleció y después vino la expropiación?
Don Mariano: Estaban esperando que falleciera ella, los hijos. Usted no va a creer, los hijos estaban esperando. Mire, la señora Elena conversaba mucho conmigo. Cuando iba a revisar la iglesia, allá se ponía a conversar. Y me decía “oiga, yo estoy segura que no hay seres más flojos que mis hijos”. Ella tenía muchos terrenos. Ella tenía el Fundo San Pascual y el Fundo La Laguna, esas tierras. Si las entregaba las vendían altiro. Así que vivieron de lo puro que les daba ella. Decía que eran muy flojos.
La señora Elena decía “mire, yo lo único que no le voy a entregar mientras yo viva será la hacienda de El Huique. No se la voy a entregar a ellos”. Pero falleció, y los hijos trajeron los agrónomos a las casas, a las piezas, para que hicieran los estudios del terreno, y ver qué tal la situación.
Yo pensaba – porque como uno sabía-  “la señora Elena estuviera no admitiría que estuvieran los agrónomos en la pieza de ellos” Así eran.

– Era un mundo aparte la vida de la hacienda…
Doña Sara: Era un mundo aparte. Aquí se hacía de todo. Estaba el bazar. Por ejemplo, si uno necesitaba – todavía tengo mesas que me hicieron en el taller-  algo con fierro se lo hacían acá. ¿Qué más? Aquí el puente estaba cerrado cuando se cerraba la hacienda y el fundo. No entraba nadie.

– ¡Era una ciudadela!
Sí, aquí se hacía el cáñamo, la soga, la leche. Había teatro…

– …y la iglesia y la escuela.
Y era todo de la hacienda.

–  ¿Y salud? ¿Había alguna una enfermería?
Había un señor en Pupilla que era practicante y él salía todos los días. Uno le avisaba, qué sé yo, él salía a recorrer. Don Dagoberto Canales. Salía a caballo o en tractor. También había aquí una persona encargada de tractor. El papá de don Mariano estaba a cargo de lo que era el fierro, el taller.

– Si alguno de ustedes enfermaba o tenía algún accidente trabajando ¿había algún médico a quién acudir?
No, no. Solo el practicante. Y de ahí se llevaba en camiones hasta Santa Cruz.

– ¿Y si era más grave hasta San Fernando o Santiago?
Seguramente de ahí del hospital. Y lo otro, por ejemplo, si moría alguien, aquí había carroza, que llevaba al muertito al cementerio de Santa Cruz o aquí en Santa Ana.

– ¿Las puertas de la hacienda se cerraban en la noche?
Doña Sara: Sí, ahí en San Miguel, las puertas verdes, ¿se acuerdan?
Don Mariano: Las rojas.
Doña Sara: Las puertas rojas, puertas rojas. En mi casa, al llegar a mi casa, también se cerraban.

– ¿Y había guardias?
No, no, no. Mi papá les ponía llaves a unos portones grandes.

– ¿Entonces no podía llegar gente de afuera a pasear al interior de la hacienda?
No. Aquí no vendían ni vino. Y a la gente que les gustaba el copete, iban a Palmilla o a Lihüeimo. Me acuerdo haber visto un gran caballo y la echaban en esas cosas de los autos, esas gomas de adentro. ¡Las cámaras! Entonces volvían en el caballo.


De sacristán a jardinero

– Don Mariano ¿a qué se dedicó? Porque usted fue sacristán en la iglesia de la hacienda.
Sí.  Trabajé en la casa patronal. A los 14 años empecé a trabajar ahí yo.

– ¿Qué labor cumplía?
¿Ahí? De todo, arriendo, limpiando, sacando pasto en el jardín, en los ladrillos.

– ¿En la casa misma? Por eso usted dice que vestía de camisa blanca y pantalón negro.
Sí, pero cuando venían los padres (sacerdotes) nomás.
Doña Sara:… y cuando venía la señora Elena también a la casa patronal

– La que hoy es museo.
Sí. Ahí trabajé 50 años. Desde el año 1948 hasta 1998.

– ¿Ellos venían siempre o a veces?
Venían en el verano.

– ¿Cómo se mantenía la casa patronal cuando no estaban los patrones don Mariano?
Ahí éramos 22 personas las que trabajábamos adentro…
Doña Sara: Eran hartos.
Don Mariano:… para el mantenimiento de la casa.
Doña Sara: De la casa, de los patios, del jardín, de todo.
Don Mariano: Claro que cada uno tenía su puesto: unos en las piezas y nosotros afuera en el jardín.
Doña Sara: Y lo mantenía muy lindo.
Don Mariano: El jardín estaba… muy lindo. …precioso.
Doña Sara: Ahora está feo.
Don Mariano: Da  pena.
Doña Sara: Yo miro las camelias y no dio ninguna este año. , así toda fea.
Don Mariano: Se ve como triste.

– ¿Será por efecto de la sequía?
Doña Sara: puede ser.


Los primeros pasos en la cocina

– Es bueno saber cómo era la vida al interior de la hacienda, pero volvamos a la cocina. Doña Sara ¿aprendió a cocinar viendo a su mamá o ella le enseñó?
Viendo a mi mamá. Mi madre murió a los 42 años de un cáncer al útero,  y yo me tuve que hacer cargo de mis nueve hermanos y de la casa.

– ¿Qué edad tenía usted?
Tenía 16 años y mis hermanos en el colegio. Ahí tuve que aprender nomás. Pero mis vecinos me ayudaron mucho, las señoras vecinas, porque antes los vecinos eran un siete; eran como de la familia. Me ayudaron mucho, me enseñaron a hacer pan, – y me ayudaban porque con nueve hermanos en el colegio y con una casa – hacer humas,  todas esas cosas. Ahí aprendí. La vida me enseñó.
Mi madre murió cuando  yo estaba en Tercero Medio. Me acuerdo que estaba dando exámenes. Era el Quinto Humanidades de esos años.

– Entonces usted tuvo que volver a vivir acá.
Sí. A mi casa y no pude seguir estudiando. Todos mis hermanos estudiaron, pero yo en la casa.

–  ¿Y qué le cocinaba a sus hermanos?
Les cocinaba cazuela, porque pantrucas nunca pude hacer la masa, me costaba. Pero las vecinas venían y me ayudaban a cocinar de todo: charquicán, porotos.

– ¿Hay algunas comidas que ya no se preparan y de las que usted cocinaba en esa época?
Sí, las pantrucas. Ya no se preparan.

– ¿Y alguna hortaliza o hierba?  Por ejemplo, nos han contado de los porotos con yuyo.
No. Ya no se ve el yuyo por acá. Lo que sí todavía se ve aquí, que se hacía mucho antes y aún se hace aunque escasa,  es la ensalada de penca.
Hay muy poca porque a los potreros le echan desinfectantes y ya no quedan más pencas, aunque en algunas partes sí queda.
Muchos niños, por ejemplo, de la escuela, iban a buscar yuyo o penca, y las vendían en bolsitas.

– ¿Y qué otros productos ya no hay o técnicas de cocina que dejaron de ocuparse?  Muchos nos mencionaban el uso de la grasa y que hoy es aceite.
Sí. Ahora usan el aceite nomás. Antes se usaba la grasa también. Por ejemplo, los porotos tenían que ir con color; por ejemplo arriba de los porotos con mazamorra esa grasa y un ají de color rojo arriba, ¿cierto don Mariano?
Don Mariano: Así era.

– ¿Y en la semana había algún menú fijo o variaba?
No, depende de lo que uno tenía y se producía.

– Pero el domingo ¿se comía algo especial?
Sí, sí. En mi casa sí. Por ejemplo, un asadito de cabrito que criaba mi papá. O pavos también. Es que la gente criaba muchos pavos, gansos, patos.
En la semana se consumía porotos, cazuelas, garbanzos que se compraban también, porque no se daba por aquí.

– ¿Las legumbres se compraban?
Los porotos sí. Y garbanzos también un poco. Me acuerdo que había garbanzos para allá, para Valle Hermoso.
Don Mariano: Sí, por allá sembraban.

– ¿Era una comida más sana la que consumían ustedes?
¿La comida? ¡Sí! ¡Y rica!

–  Los porotos que usted preparaba desde adolescente hasta hoy ¿mantienen su sabor?
Se mantiene el sabor,  porque los hago igual que siempre, tal como los aprendí hacer: echar a remojar el poroto el día anterior, botarle el agua, ponerlo a cocer con agua fría y zapallo.

–  ¿Y con la cazuela de ave por ejemplo?
Ahora son más chicos, más chicos que los pollos de campo. Hoy son más huesudos.

– ¿Y otros tipos de carne consumían?
Cerdo comíamos nosotros muy poco. Muy poco. Era más bien el arrollado, el queso de cabeza, las prietas.

– ¿Y las preparaban ustedes?
Mi esposo los preparaba.

– ¿Quínoa?
Quínoa sí como: en ensalada.

– ¿Pero la quínoa la consume hace poco o desde niña?
No, desde ahora. Antes no había quínoa por acá. Era para el secano costero.

– ¿La comida de antes era más sana?
Sí, sí. Y yo la hago igual ahora, porque yo no le pongo ningún aderezo, ninguno de estos caldos Maggi y estas cosas. Nada, nada, nada.

– ¿Y usted, don Mariano? ¿Qué plato le gusta? ¿Opina que cambió el sabor ha cambiado?
Oiga, no va a creer usted. Se enojan aquí, porque yo digo que esto no está como antes. Por ejemplo, el pan.

– ¿El pan?
Oiga, el pan nada que ver con lo que comíamos.

– ¿Pan amasado?
Amasado y el de panadería. El pan, las marraquetas, daba gusto comerla. Y ahora no.

¿Cómo eran esas marraquetas?
El pan francés que le llaman…

– También lo conozco por pan francés…
… era sabroso pues. Crujiente. Y este de ahora es igual que están masticando no sé qué cosa. No tiene sabor. Está  más chicloso.

– ¿La cazuela, los porotos, las humitas mantienen su sabor o han variado?
Fíjese que con estos cambios me quedo con el  pollo faenado, porque es blando. Ahora una cazuela de pollo de campo es dura. Es natural, sí y el caldo es sabroso.

– La carne del pollo de campo es dura, pero es sabrosa.
Sí, sabroso.

– Y el de ahora es más blandito pero sin gusto ni sabor.
Sí. A pesar que yo en carne, el puro pollo oiga. A mí, la carne de vacuno… el chancho, por ejemplo, no tiene gusto a nada. Ahí hay un ejemplo. Igual está masticando carne de vacuno nomás, y el chancho de antes era una carne blandita, sabrosa.
Doña Sara: Más rosadita.

– ¿Ustedes criaban chanchos doña Sara?
Sí, se criaban en las casas, sí. Y se vendían también. Se alimentaban con todos los restos de verduras, de las cáscaras de papa, de todos los desperdicios, las hojas de lechuga, repollo, pero las cosas…

– ¿Se comía todo el año o alguna temporada en especial?
Doña Sara: Para el invierno.
Don Mariano: Para la entrada del invierno. Para San Juan y las Cármenes.

– Para las Cármenes acá debía ser una fiesta  grande
Si.

– ¿Y cómo preparaban ese chancho? ¿Qué elaboraban con esta carne?
Doña Sara: De todo.
Don Mariano: A mí no me gustaba nada, porque…
Dona Sara:…porque había que hacerle tantas cosas.
Don Mariano: Parece que la casa se pasaba toda.
Doña Sara: Toda, toda pasada a chanchos.
Don Mariano: No me gustaba a mí cuando mataban.

– ¿Por qué don Mariano? ¿Cómo era? ¿Qué hacían?
…pero cuando estaba listo, era rico. El proceso no me gustaba.

– ¿Eran muchos días de preparación para los distintos productos elaborados a partir del cerdo?
Dona Sara: Sí.
Don Mariano: Sí.
Doña Sara: Un día se hacía una cosa y al siguiente, otra cosa.

– Y estaba toda la familia trabajando en eso. Y a los hombres ¿también les tocaba ayudar en estas labores?
Doña Sara: Sí, pues.
Don Mariano: Bueno, no, porque la señora más que nada. Se ayudaba a pelar el chancho…
Doña Sara: Y la señora preparaba las prietas, el arrollado, el queso cabeza, la sopaipilla, los chicharrones. Entonces un día eran los chicharrones y sopaipillas; al otro día,  las prietas, qué sé yo. Las tripas había que lavarlas con agua de menta para que no quedaran fétidas.
Don Mariano: Claro, con moto.
Doña Sara: Así que había que lavar todas esas cosas con moto y después vamos llenando.


Entre celebraciones religiosas, cumpleaños y Fiestas Patrias

– ¿Para Semana Santa qué comían?
Doña Sara: Legumbres o verduras.
Don Mariano: Y se ayunaba.
Doña Sara: Y todo era silencioso.  No se hacía nada. Tratábamos de hacer juegos callados, porque no nos dejaban, no se podía. Todo en silencio.  Y la hora de la oración, que era las 6 o 7 de la tarde, mi papá nos llamaba a rezar el rosario.

– ¿Y las imágenes religiosas estaban tapadas?
Sí. Con un velo negro.

– ¿Y para los bautizos o primeras comuniones?
Para las primeras comuniones, la señora Elena hacía el desayuno y el regalo para los niños.

– ¿En qué consistía ese desayuno?
Era leche con chocolate. En uno de los patios interiores instalaban unos mesones largos, tremendo, con manteles. Había leche con chocolate, cosas dulces, galletitas. O cumpleaños. Y después un regalo para cada niño.

–  ¿Celebraban Navidad, Fiestas Patrias o cumpleaños cuando  eran niños, doña Sara?
El recuerdo que tengo es que celebraba el  Mes de María. Se rezaba la novena en mi casa. Había una capillita, la novena, y se hacía una fiesta el 8 de diciembre.

– ¿En qué consistía la fiesta?
Por ejemplo, se rezaba y se hacía una pequeña procesión. En mi casa tenía un patio gigante, tremendo. Entonces se adornaba con flores, y venían todas las familias de alrededor. Recuerdo que se hacía ponche de durazno. Era vino con fruta y hartos queques. No. No eran queques ¿Cómo los llaman? ¡Bizcochuelos! y dulces para los niños, todo eso.

– ¿Y eso era para finalizar el Mes de María?
El Mes de María. De eso me acuerdo. Y en la casa era solo Navidad. No armábamos árbol de pascua. Yo no lo hago, por eso mis nietos me dicen “pero abuela, qué eres fome”.  Les digo que yo nunca armé un árbol de pascua. ¿Qué hacíamos nosotros? Tener la ventana abierta y poner los zapatos para que nos dejara el regalo el Viejito Pascuero.

– ¿Y qué cenaban ese día?
Siempre pollo de campo cocido con algo, con ensalada, consomé o caldo. Y un postre que podía ser leche asada o leche nevada.

– Fiestas Patrias ¿qué comida preparaban?
Eran empanadas nomás.

– ¿Los cumpleaños se celebraban o no? ¿O solo los santos?
Los santos, por supuesto, los santos. Porque a mi papá le celebraba el santo. Cumpleaños no recuerdo que me hayan celebrado de niña.

– ¿Y para los santos qué cocinaban?
Una comida especial que era con entrada, con segundo y postre. La entrada era siempre ave, con mayonesa hecha en la casa, encima del este el ave. Y, por ejemplo, ensalada de apio con aceitunas y otra cosita. Y después el consomé y luego venía un asado de cordero o cabro a fuego.

– ¿En su casa había cocina o “pollo”?
No, cocina a leña. Cocina leña.

–  Don Mariano ¿celebraban cumpleaños, santos, 18 de septiembre o Navidad?
Como era la costumbre que tenían, al menos en mi casa, mi papá no tomaba pues oiga.  Al almuerzo, claro, pero un poquito. Y si llegaba alguien a la casa, un vasito de vino, pero no más. Entonces,  mi mamá preparada de todo un poquito. Así la pasábamos. Ni salíamos. Yo no salía.

– ¿Pero qué comían?
Me acuerdo mucho del fiambre, que antes se preparaba mucho. Eran aves cocidas y bien aliñadas.
Doña Sara: Era la pechuga bien cocida; le ponían verdurita, y se adobaba, una cosa así.
Don Mariano: A propósito de esto, mi abuelita tenía un hijo, mi tío Toño,  en Santiago, y cuando iba a venir, ella decía “voy a matar el pollo más bonito para tenerle a Toño el fiambre listito”. Lo hacía en una azafate (bandeja) entero, cocido, bien aliñado y con hartas verduras: apio, ajo, cebolla y bien aliñado. Se consumía frío. Siempre me acuerdo y eso cuento sobre todo al bisnieto.

¿Y para Navidad?
Don Mariano: ¿qué es lo que se hacía, Verónica? Porque la costumbre ha perdurado.
Verónica Farías: Es que generalmente nosotros íbamos – el día de Navidad – a la Misa del Gallo. La misa del gallo. Entonces nosotros íbamos a la misa y luego nos acostábamos para esperar al Viejo Pascuero al día siguiente.

– ¡Cierto que usted era sacristán y pasaba las fiestas en la iglesia!
Sí, era así.  Yo después quedé a cargo de la iglesia. A mí me daba no sé qué cuando fallecía alguien, porque venían a hablar conmigo.

– ¿A pedirle la iglesia?
Sí, claro. No hablaban con la señora Clara. La señora Clara decía que no, que tenían que hablar conmigo. Y yo le daba cuenta a ella.
Doña Sara: La señora Clara era la ama de llaves; la persona que administraba la casa patronal.

– Y aun así había que preguntarle directo a don Mariano…
Doña Sara: Sí, a don Mariano.
Don Mariano: Claro. Así que ahí estuve hasta que me retiré, porque estuve ¿cuántos años?
Doña Sara: Y estuvo de militar también.

– ¿También fue militar?
Doña Sara: Usaba uniforme y todo eso. Un quepí (gorro militar).
Don Mariano: Un coscacho.
Doña Sara: Sí, un coscacho.


Las Misiones en El Huique

– ¿Qué tradiciones se han perdido? ¿Tradiciones religiosas?
Las misiones. Las misiones que teníamos antes.

–  ¿En qué consistían las misiones?
Doña Sara: Era una semana dedicada a lo espiritual.
Don Mariano: Con tres sacerdotes que visitaban las casas
Doña Sara:… cuando no se podía bautizar. Entonces aprovechaban de  bautizar y dar la extremaunción.

– ¿Y cuándo se dejó de hacer las misiones?
Doña Sara: Cuando la hacienda pasó a manos del Ejército.
Don Mariano: Las misiones comenzaban a fines de octubre, porque a la señora le gustaba que para el 1 de noviembre estuvieran los padres aquí para que fueran al cementerio de Santa Ana. Ella se preocupaba de todo.

– La señora Elena murió en 1966 ¿Qué pasó con las misiones desde que ella falleció hasta que llegaron los militares en 1975?
Don Mariano: Hubieron pues.
Doña Sara: Pero recuerde don Marianito que llegaron laicos desde Santiago con unos niños. Eran como de colegios que venían.

– ¡Ah! Las misiones de los colegios católicos de Santiago.
Doña Sara: Claro.
Don Mariano: Claro que no eran como las de antes.

– Quedó como un vacío en ese lapso de años. Partió la expropiación y los hijos comenzaron a vender…
Doña Sara: Y mucha gente se tuvo que ir.

-…y también de la gente que comenzó a ser dueños de sus propios terrenos.
Don Mariano: Pero la iglesia funcionó igual.
Doña Sara: Igual.  Ahora si usted quiere casarse, si quiere una misa, un recordatorio, avisa y la dejan anotada. Luego avisan al sacerdote.

– ¿Pero hace el grupo para primeras comuniones?
Sí y  confirmaciones. Funciona igual.

– Desde que la señora Elena muere hasta que pasa a manos del Ejército ¿cómo siguió funcionando la casa en esos años?
Doña Sara: Bueno, la gente que trabaja ahí nunca la dejó sola.

– ¿La gente siguió cuidando la casa patronal?
Doña Sara: Sí.
Don Mariano: La señora Clara nomás.

– ¿Y la señora Clara era la ama de casa?
Don Mariano: Ella estuvo hasta murió.
Doña Sara: Es que era muy respetada la casa. Es muy respetada en los tiempos en que se tomaban las casas casa en el tiempo de la Unidad Popular o en los tiempos en que se rayaba todo. Nadie tocó la casa.

– ¿Por qué la señora Clara no pasó al Ejército?
Doña Sara: Porque murió.
Don Mariano: No. Ella no pasó al Ejército. No sé qué pasaría.

– Fueron años muy difíciles: primero la reforma y después el golpe.
Doña Sara: Sí.


La comida de antaño versus la comida actual

– ¿A sus nietos o hijos les gusta la comida que consumían ustedes de niños?
Doña Sara: A los nietos no mucho, porque ahora comen el famoso ¿cómo se llama? Sushi. También las hamburguesas, las vienesas o salchichas. Yo no compro. En mi casa no comen eso. Ellos comen comida de casa.

– Si usted prepara porotos con cochayuyo ¿ellos se lo tiene que comer?
Se lo comen, sí. No hacen maña. Y no hay bebidas.

– ¿Y en su caso, don Mariano?
Verónica Farías: El bisnieto come comida de casa.
Don Mariano: Oiga las pantrucas ¡qué le gusta!

– ¿Quién cocina esas pantrucas? ¿Usted don Mariano?
Mi hermana. Las deja ricas, oiga.

–  Entonces ¿quién cocina en su casa?
Verónica Farías: Mis tías; las hermanas de mi papá. Por ejemplo a él le preparan su caldillo de papa.

– ¿Cómo es ese caldillo de papa?
Verónica Farías: Es cebollas con papas. Es una sopa.
Doña Sara: Parece que es cebolla, verdura así como ajo, condimentos. Se fríe y después se le agrega el agua y la papa largas.
Don Mariano: Y se le pone huevo batido al caldo. Queda sabroso.

– ¿Qué otro plato es de sus favoritos don Mariano?
La carbonada por ejemplo y la cazuela me gusta como dieta.

– ¿Por qué? ¿La encuentra desabrida?
No. Es por el zapallo y el choclo. Me gusta sin eso; con poroto verde sí. Yo no como nunca choclo.

– ¿No come humita?
La humita sí.

– ¡Ah! En la cazuela no le gusta el choclo…
Y el zapallo no me gusta mucho.

– ¿Pero come sopaipillas?
Solo una sopaipilla. Es que yo soy malo para comer, oiga. Sobre todo ahora.

– ¿Y el charquicán?
Me gusta.

– Pero lleva zapallo…
Fíjese que a propósito yo hago escabeche para comer y no puedo porque. Como y el hígado me empieza a zapatear ligerito.  Pero la cebolla a mí me ha gustado hasta comerla cruda en la noche.


Promocionando a El Huique

– Si  ustedes tuvieran que escoger un plato de la cocina chilena antigua para promocionar el turismo de esta localidad, ¿cuál elegirían y  por qué?
Yo, a ver, ¿qué promocionaría? La cazuela de pavos con chuchoca.

– ¿Por qué?
Primero, porque aquí tenemos los pavos, hay pavas. La chuchoca la  podemos hacer, secar el maíz, molerlo, qué sé yo. Y es rica. Y la comí mucho yo. Y la sigo comiendo.

– ¿Usted todavía tiene pavos?
No, no, no. Pero aquí, hay señores que venden.

– ¿Y cómo prepara su cazuela?
A ver, yo pongo una pava nueva. Ahí en la arboleda la compro y me la dan limpiecita, lista. La pongo a hervir despresada. Hago un sofrito de zanahoria, pimentón, un gancho de apio, una cebolla entera. Después pongo la carne en agua caliente y la dejo hervir hasta que esté ya blanda. Después le agrego las papas.

– ¿Cuánto rato deja cocinando la pava?
Una hora. Una media hora si es nueva.

– ¿Y zapallo no?
No, zapallo no le pongo sino que después la chuchoca.

– ¿Cuánto rato la chuchoca?
La chuchoca, unos 5 minutos, 10 minutos, un poquito, y cuando la sirvo le agrego un poco de cilantro porque no a todos les gusta. Yo  le pongo harto, porque a mí me gusta, junto con una ensalada de lechuga y apio.

– ¿Y ají?
Ají también, con un pebre, si es que le gusta el ají. Y si hay pan amasado, más rico todavía.

– Don Mariano ¿qué plato escogería para promocionar la zona?
El estofado de ave. Es el que más me gusta.

– ¿Y cómo se prepara ese estofado?
Oiga, como le digo: yo en la cocina huevos fritos nomás. Y usted no me va a creer, pero antes veía despresar una gallina y no almorzaba.

– Doña Margarita: le preguntamos a su hermano cuál era su comida favorita y dice que el estofado de ave, pero él no cocina sino que usted. ¿Cómo prepara este estofado?
Le pongo un poquito de sal, pero muy poco porque a mí no me gusta.

– ¿Sola o con algún aliño?
Sola, sí. Se pone más que nada sal y ajo.

– Y despresado ¿cierto?
Sí, y todas las presas con un poquito de aceite. Yo por lo menos las hiervo un poco, ya que la papa y la cebolla en un ratito están listo. Una vez que esté medio cocido el pollo, se le coloca la papa y la coloca la cebolla. También le puede poner apio y pimentón.

– ¿La cebolla cortada en pluma?
Sí, pero no muy delgadita.  Entonces se pone la cebolla, luego las papas y entre medio las presas del pollo. Ahí lo deja hasta que hierva completamente. Claro que a mi hermano no le gusta que la cebolla le quede recocida.

– ¿Qué más le agrega?
Orégano y zanahoria. Puede añadir arvejas también.

– ¿Lo cocina así porque es la forma en que le gusta a su hermano o su mamá lo cocinaba de esa modo?
No. Mi mami le ponía de todo.

– ¿Usted fue variando porque a él le gusta de pollo?
Exactamente.

– ¿Aprendió de su mamá doña Margarita?
De mi mami. Ella cocinaba rico.

– ¿Qué plato escogería para promover el turismo de la zona, del Huique por ejemplo?
Podría ser una cazuela de vacuno o de ave. Pero a mí me gusta el caldito de ave.

– ¿Y de pavo?
¡Ay! Me gusta cocerla y comerla como fiambre.

– Don Mariano contaba que lo preparaba para las fiestas o algo para una ocasión en especial.
Mi mamá preparaba este fiambre, por ejemplo, para la Pascua o el 18.

–  Aparte del fiambre ¿preparaban algo más?
Mi mamá hacía pancito de huevo, bizcochuelos, todas esas preparaciones.

– ¿Lo mismo que consumían el 8 de diciembre al finalizar el Mes de María?
Doña Sara: Sí, un bizcochuelo. Y bailábamos también para el Mes de María.

– ¿Qué bailaban?
¿Qué bailábamos? Me acuerdo que bailábamos vals, corridos, cueca por supuesto. Y las personas mayores bailaban tango.

–  ¿Tango? ¿Y con música a guitarra?
Doña Sara: Con acordeón que tocaba en Valle Hermoso el Mechito y Panchito Lira.
Don Mariano: ¡Ay sí!

Familia de músicos

Los padres de don Mariano eran músicos. Elena Rojas Guerrero tocaba guitarra y Lázaro Farías Araya, el acordeón. “Además dos hermanos más también tocaban el  acordeón, la música de boca. Tenía tres hermanos que tocaban el arpa. Y por el lado de mi mamá, el arpa y la guitarra”.
Y esa herencia musical la transmitió a su descendencia.
“Yo le enseñé a tomar la guitarra a los hijos” aclara don Mariano. “Son cuatro hijos. Tres hombres y una mujer. Y tiene un conjunto que lo está haciendo revivir”.
Verónica (hija de don Mariano): Es el primer conjunto de la comuna, fue el primero que se formó acá. Es folklórico.

– Usted proviene de una familia de músicos, don Mariano.
Sí. Yo veía a mi mamá tocar la guitarra, pues. Después tomaba yo la guitarra y no me sonaba nada como tocaba ella. La tironeaba me acuerdo.
Doña Sara: Él también estuvo enseñándole a un grupo de adultos mayores.
Don Mariano: Sí. Y ahora no puedo tocar. Toco un poco, sí, pero no me suenan las cuerdas porque tengo dormidos tres dedos.

– ¡Ah! los nervios. Ya no los siente.
Mire, yo tengo mala circulación de la sangre. La doctora en Santiago me dijo que ya no podía hacer nada, porque mis venas no respondían, no. Así que aquí estamos esperando.
Doña Sara: ¿Esperando qué?
Don Mariano: El llamado pues (se ríe).
Doña Sara: ¡Ay! ¡Pero no todavía!

Bebidas espirituosas

– De los tragos antiguos ¿cuáles recuerda doña Sara? Mencionaron el ponche ¿y la mistela?
Es un trago que en los matrimonios se hacía y servía. Cuando los novios se daban una vuelta tras casarse y una llegada a la fiesta, estaba la bandeja con la mistela y el bizcochuelo. Es  exquisita. Es de palitos de guindo, de membrillo, aguardiente. Yo no la sé hacer, pero es muy rica.

– Don Mariano ¿cómo prepara la mistela?
Bueno, se puede hacer de membrillo y de guindo. Hacen de culén también. Yo raspo bien los palos hasta que se salgan las cascaritas;  que quede la madera nomás. Cuando empecé a hacer, llegaba y cortaba, lavaba los palos y los echaba con cascara, pero me quedaba amarga.

– Por la corteza.
Sí, la corteza. Entonces hay que pelar el palito Y me resultó. Hay que echarlos a hervir con canela y agua.

– ¿Cuánto rato se debe hervir?
Depende de la cantidad.

 – Pero hagamos un simulacro ¿un montoncito pequeño o mediano de palitos?
Un montoncito así más o menos y lo echo a una olla.

– ¿Cuánta agua para ese montoncito?
Cinco litros de agua de llave.  Y si le baja, le pone más agüita para mantenerlo. Por una hora lo puede hervir. Y después la canela.  ¡Oiga! Y de todo lo que hemos hablado, una de las cosas que salen mal ahora es la canela. ¡No sirve para nada!

– ¿Verdad?
Hasta el año pasado se pasaba la pieza cuando ponía yo a hervir. Y este año, ni un olor a canela. Le eché más de medio paquete de palos de canela.

– ¿Y qué viene después de añadir la canela a la olla?
Yo lo dejo enfriar, que quede tibia para ponerle el azúcar, porque al esperar que se enfríe se demora mucho en disolverse la azúcar. Por ejemplo, puede hacerlo a la hora de la oración, echarle el azúcar, depende a la hora que lo haga. Y al otro día, le pone, cuando esté heladita…

– Perdón ¿cuánto azúcar?
Eh… como tres cuartos más o menos de azúcar.

– Tres cuartos de azúcar para cinco litros de agua. Vamos en cinco litros. ¿Y el aguardiente dónde la compra?
En cualquier parte. Hay gente que vende. Después conviene echarle el aguardiente cuando esté helada porque así tibia no le va a dar el sabor que le quiere dejar. Tiene que estar heladita. Y para tomarla heladita, tú viste.

– Para esa cantidad ¿se echa una botella de aguardiente o mucho menos?
Yo para esto son tres vasitos vineros. Lo mezclo todo y lo dejó ahí nomás. Lázaro, mi hijo,  me dijo el otro día “papá, está simple”. “Oiga – le dije – si la mistela siempre ha sido así”.

– Porque es livianita, no es fuerte.
No pues. Es un licor no para curarse. Es una agüita con sabor, con picardía.

– ¿Tiene que servirse fría?
Esto es para cuando hace calor. Y aquí ya a la Verónica le gusta que haga para las fiestas. Sí, sí. Por ejemplo, para Pascua es más común.

– Y es rica porque refresca y al ser liviana no sube tan rápido a la cabeza. ¿Pero se puede hacer más fuerte?
Don Mariano: Claro, pero no conviene más fuerte.
Verónica Farías: Es el gusto de nosotras, o sea mi tía o yo.
Don Mariano: Pero esto, como decía la Sarita, se sirve con bizcochuelo.

 – ¿Ve que no solo sabe hacer huevos fritos? También hace mistelas. Ahora ¿cuánto dura una mistela embotellada y guardada?
¿Cuánto? Hasta que se la tome toda (risas).

Mistela de guindo que fue elaborada por don Mariano Farías.

Mistela de guindo de don Mariano

*La actual Embajada de Inglaterra en Chile fue construida en 1938 y era propiedad de Elena Errázuriz Echeñique, una de las impulsoras del actual Barrio El Golf.

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