Chépica, sus tradiciones e identidad en la Provincia de Colchagua


Texto de Paulina Leiva del Valle, encargada de Turismo de la Ilustre Municipalidad de Chépica.

Fotos de Municipalidad de Chépica.

Chépica se emplaza como un oasis de tradiciones e identidad en medio de la aplastante modernidad, escondida entre los cerros colchagüinos, representa la visión tranquila, paciente, generosa y picarona del campesino y campesina que la habitan desde hace años y que hoy la observan con ojos aguados, ojos orgullosos del tesoro que aún se conserva.

Por las calles chepicanas transitan bicicletas añosas, chupallas de pajas, delantales de cocina con olor a humo y a olla con tizne, palas al hombro, ojotas y todos aquellos elementos que nos llevan a la infancia campesina, activando nuestra memoria histórica, nuestra memoria colectiva, nuestra memoria olfativa ¡nuestra identidad chepicana!

Enmarcada por una arquitectura colonial, en un par de minutos sus calles nos llevan a viajar en el tiempo, donde tendremos paradas obligadas en la Casona Vicente Crespo Dávila y las diferentes Casas Patrimoniales existentes, el Teatro Comunal, en el Hogar de Ancianos y el Templo Parroquial San Antonio de Padua, finalizando el recorrido en la Plaza de la comuna, donde veremos cómo se fusiona el tiempo, dejándonos en un pequeño espacio donde dependiendo de la dirección que decidamos, avanzaremos o retrocederemos temporalmente en arquitectura e historia.

Chépica nos ofrece, además, una tierra generosa y fértil, en la que el verde se toma la primavera, con senderos, cerros y paisajes que invitan a la cosecha, la caminata y la cabalgata.

En medio de todo esto se alza con espíritu, gallardía, orgullo y resistencia la tradición gastronómica del Pueblo de Chépica, una tradición que nació en horno de barro, en una cocina familiar que olía a humo, en donde jamás dejo de hervir la tetera en el brasero acompañada de la churrasca, la tortilla al rescoldo y un buen té de hojas con palto y cedrón.

Una tradición gastronómica que se alza e impone respeto, a través de un pan amasado con chicharrones untado en chancho en piedra, un plato de machos ahogados, de porotos pelados, porotos granados con mazamorra o talvez de una cazuela de cordero con harina de garbanzos. Para media tarde unas sopaipillas con zapallo y pebre o unos dulces matrimonios unidos y ya para saciar la sed durante el día, un pigüelo y completamos un cuadro perfecto.

Esta es la tradición gastronómica de Chépica, una tradición que se cuida, se transmite, se respeta. Tradición que tiene sabor a recuerdos y a vida, que se encuentra a medio día en la casa de los chepicanos y chepicanas, en donde la cocinas, los cucharones, los delantales y las ollas, luchan por mantener su historia y rescatar sus saberes y sabores tradicionales.

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